Por Valentino Cernaz, estudiante de Sociología (UBA)
Hace pocos días, más exactamente, el martes 20 de agosto, se cumplieron 500 días desde que Lula entró en prisión para cumplir sus 8 años y 10 meses de condena. Acusado de aceptar un departamento triplex como soborno para ayudar a la empresa constructora de la OEA durante su presidencia entre 2003 y 2010, el ex mandatario de Brasil fue juzgado en un proceso como mínimo sospechoso, en el cual el juez Moro (que se convertiría tiempo después en el Ministro de Justicia del actual presidente Jair Bolsonaro) tuvo un rol protagónico. El accionar de Sérgio Moro ya generaba dudas durante la investigación y también durante el juicio, pero por si quedaban dudas de que a Lula se lo juzgó por su ideología y por su posibilidad latente de volver a la presidencia, el medio The Intercept se encargó de despejarlas: en junio de este año, filtraron chats de Moro con el fiscal Deltan Dallagnol para coordinar la operación y darle indicaciones, lo cual -evidentemente- está prohibido por ley. Y para continuar sumando pruebas a favor de la inocencia de Lula, alrededor de un mes después de que se publicó la investigación de The Intercept, la justicia brasileña absolvió a Lula del proceso por el caso Odebrecht, una de sus seis causas judiciales. Por todas estas cuestiones, y por algunas más que desarrollaré a lo largo del texto, es que sostengo que el proceso que llevó a que Lula esté preso es una mentira cada vez más insostenible.
EL MODELO DE PAÍS DE LULA, SU IMAGEN POSITIVA Y SU POTENCIAL TERCERA PRESIDENCIA.
Luiz Inácio da Silva fue presidente de Brasil entre 2003 y 2010. Tras varias elecciones consecutivas perdiendo con distintas versiones de la centroderecha brasileña, ganó en los comicios del año 2002 ante José Serra (delfín del, en aquel entonces, presidente Cardoso) obteniendo un 61,3% de los votos en la segunda vuelta. Lula llevó adelante una de las mejores gestiones de la historia de su país, logrando consensos y manteniendo cierta moderación, pero ante todo consiguiendo un profundo cambio en la calidad de vida de su pueblo y en la situación económica nacional. Ante las acusasiones de la derecha para generarle miedo a la gente (como siguen haciendo en toda Latinoamérica), su modelo de país demostró ser perfectamente viable y eficiente. Entre sus múltiples y variados logros de gestión se encuentran una baja inflación, un crecimiento en la tasa de escolaridad, un enorme crecimiento del PBI, una notable reducción de la pobreza, entre otros.
Por todas estas cuestiones es que Lula dejó la presidencia con una considerable aprobación, y no sólo eso, sino que también lideraba las encuestas de cara a la elección presidencial del 2018 pese a las operaciones judiciales y a la destitución de su compañera Dilma Rousseff (que evidentemente influyó en la imagen de todo el PT). Hasta que lo metieron preso, la tercera presidencia de Lula era, básicamente, algo que se veía venir, que caía de maduro.
LA INQUIETUD DEL PODER Y LA EVIDENTE POSICIÓN A FAVOR DE BOLSONARO.
Las múltiples irregularidades que hubo alrededor del encarcelamiento de Lula y el sospechoso accionar de Sérgio Moro fueron cada vez más fáciles de entender con el correr del tiempo. El hecho de que una misma persona investigue, juzgue y condicione a un fiscal en el marco de una misma causa levantaría sospechas en cualquier lugar del mundo y momento de la historia, pero en este caso es aún más sospechoso por lo que pasó meses después de que el ex mandatario brasilero entró en prisión. El círculo cierra perfectamente: Moro encarcela a Lula, el candidato a presidente con mayor intención de voto por amplia diferencia, lo cual favorece al segundo en las encuestas que era Bolsonaro, y al llegar a la presidencia, Bolsonaro premia a Moro poniéndolo como Ministro de Justicia. Con esto creo que es suficiente para explicar por qué el proceso que encarceló a Lula estuvo claramente manipulado. Pero, ¿con qué motivo el poder -en sus facetas política, empresarial y judicial- se coordina para proscribir a un candidato y favorecer a otro? Precisamente, por algo nombrado anteriormente: la viabilidad del modelo de país que propone Lula da Silva y su potencial vuelta a la presidencia. La gestión de Lula fue muy buena en lo económico y supo confrontar con los sectores de poder, por lo cual, el hecho de que sea reelegido sería una molestia para dichos sectores. Por eso se encolumnaron detrás de Bolsonaro, un candidato hecho a medida de sus intereses, y no le permitieron competir a Lula. En su lugar, compitieron con Haddad, también del PT, pero con una imagen no tan buena y con una campaña temporalmente más limitada que la de Bolsonaro.
LA LUCHA POR LA LIBERTAD DE LULA.
En principio, hay que destacar el hecho de que hay una enorme resistencia en Brasil y en todo el mundo a la prisión de Lula. Por nombrar la expresión más clara de esta resistencia, puede mencionarse la Vigilia Lula Libre (establecida el día en que el ex presidente entró a la cárcel y vigente hasta el día de hoy), además del apoyo de figuras políticas, organismos de derechos humanos, intelectuales, artistas y más mediante la firma de solicitadas y declaraciones. Sumado a esto, Bolsonaro tiene una aprobación cada vez más baja tras unos primeros meses de gestión muy malos (ningún índice lo acompañó) y las pruebas contra la credibilidad del proceso que llevó adelante Sérgio Moro son cada vez más numerosas y claras.
Por otro lado, hay expertos judiciales que sostienen que a fines de septiembre el ex-presidente de Brasil estaría en condiciones de ser beneficiado con un régimen semiabierto con derecho al trabajo diurno. Esto no puede compararse con la libertad que Lula tiene que tener, pero evidentemente sería bueno para él en lo personal y en lo político.
Pese a que poco a poco las cosas parecen comenzar a acomodarse en dirección a la libertad de Lula da Silva, a mí entender es el momento en el cual más importante es sostener la lucha para que sea liberado por la ridiculez del proceso al que se lo sometió, sea juzgado de forma justa e imparcial (y no por su ideología), y el pueblo brasilero pueda elegir a su presidente con una libertad real y no en unas elecciones notoriamente condicionadas.
Comentarios
Publicar un comentario