Por Milagros Muljat, estudiante secundaria
No es ninguna mentira que cada vez hay más gente que no llega a cubrir las necesidades básicas cada mes: 1 de cada 3 argentinos en la actualidad vive esta situación. A su vez, hay un grupo de personas que ni siquiera son consideradas parte de la sociedad, y que a pesar de sus intentos por salir de la monstruosa pobreza estructural, el panorama económico parece cada día hundirlos más en ese pozo sin salida. La mitad de la población mundial vive con menos de dos dólares por día, 448 millones de niños sufren de bajo peso, y la riqueza del mundo está concentrada en el irracional número de 26 personas. ¿Progresar es tan fácil como lo muestran los anuncios?
Los medios masivos de comunicación están presentes en nuestras vidas con más frecuencia de la que vamos al baño. Prácticamente ni nos damos cuenta si un televisor está encendido sonando de fondo, o si terminamos en la sección de noticias de algún medio online para leer los titulares más importantes. Estos medios -que no dejan de ser empresas- constantemente emiten mensajes que nunca son involuntarios: están estratégicamente pensados para que puedan incorporar en nosotros ciertos cánones, reglas, estereotipos y condicionamientos, que podemos ir adoptando indeliberadamente en nuestra vida cotidiana. Una de las particularidades de esto es que dentro de este contenido, las empresas logran mostrar su visión del mundo y los valores que traen consigo. Sabiendo que lo que buscan es el interés económico, a ninguna compañía le conviene mostrar simpatía con otra: se trata de rivalidades constantes por ver quién es más reconocida. Aplicando estos valores a nuestro día a día podemos ver cómo cada vez las personas buscan su bienestar sin importar las consecuencias que ello arraigue, haciéndose presente una falta de empatía y un fuerte individualismo, sentimientos que provocan no poder ponerse en los pies del otro y tampoco proyectar que, en un futuro, se puede vivir la misma situación.
En Argentina los índices de pobreza aumentaron brutalmente estos últimos años: el 32% de los argentinos (14.3 millones de personas) no alcanza a cubrir los servicios básicos, mientras que de ese número, el 6,7 % son personas que viven en la indigencia. A pesar de estos escandalosos números, gran parte de la sociedad se ciega por los valores que recibe a diario, y hasta llega a creer que la culpa recae en estas personas por no esforzarse para conseguir un buen trabajo o por malgastarse el poco dinero que tienen en objetos que el mismo mercado alienta a consumir, sólo para no sentirse tan excluidos.
Sacarse la venda de los ojos no es fácil, pero es necesario. Seguir dejando que los medios concentrados influyan en nuestro accionar, pensamientos, y en la visión que tenemos del otro es nefasto y nos quita lo que realmente vale: el criterio propio. Progresar sin comida en el estómago, sin poder dormir bajo techo, sin la educación solicitada en un currículum y con los derechos y la constitución enterrados bajo tierra es un desafío prácticamente imposible. Dejar que los medios cumplan nuestro rol de ciudadanos es inconstitucional, y creer que es culpa de uno mismo estar en la pobreza bajo las condiciones que existen, también debería serlo. La empatía es uno de los valores del ser humano más importantes; no dejemos que nos gane la hipocresía del individualismo, ni el disparatado discurso de los medios (y de unos cuantos gobiernos y empresarios) de que quién es pobre, lo es porque quiere: la pobreza es el resultado de pocas políticas públicas, la ambición de los más ricos, los medios que des-informan, y de las cabezas cuadradas que terminan apoyando todo lo anterior.
Excelente 👏 !! Más claro imposible Mili!!
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